Hace unas semanas, protagonizamos nuestra primera charla virtual con un autor dentro de LEA. Fue un encuentro apasionante con el autor de Manuela de Jardinería, el inigualable Daniel Monedero, quien se prestó a teclear en directo con nosotros y responder con paciencia y buen humor a nuestras impertinencias. Este fue el resultado.

Es un martes por la tarde y por fin aparece el mensaje esperado: «¡Hola! Aquí estoy ya, preparado». Es raro encontrarse así con un autor al que admiras, escondido tras los ceros y unos de nuestra plataforma, pero también es un privilegio y para eso estamos en LEA, para acercar la literatura a todo el mundo y a otros ámbitos sin miedos ni prejuicios obtusos. ¿Que se puede charlar con Daniel Monedero a través de un foro? ¡No pienso perder la oportunidad!

La charla será extensa, pues Daniel es generoso y matizador, y su apuesta por #EnEsteJardín, la Lectura Abierta que ha protagonizado con Manual de Jardinería (para gente sin jardín) (RELEE, 2016) ha sido simplemente abrumadora. Pero como ocurre siempre, a pesar de todos los contenidos, actividades, preguntas y debates, un libro tiene caminos infinitos, y la curiosidad por conocer al autor que hay detrás de los libros es insaciable. Así que recogemos el guante, saludamos y empezamos con brío la primera entrevista cibernética de LEA Lectura Abierta.

Manual de jardinería (para gente sin jardín) es una colección de 10 relatos. ¿Cuál dirías que es el eje que los estructura? ¿Existe, digamos, una temática común? ¿Lo concebiste como un libro cerrado o como una recopilación de narraciones cortas?

En realidad, no tuve la sensación de que tenía un libro entre manos hasta que tuve varios relatos esbozados y vi que podía haber ciertas conexiones entre ellos. Esto no quiere decir que todos los cuentos sean iguales, pero digamos que cada uno de los cuentos intenta explorar un tono, unos recursos, y por supuesto no repetirme, aunque sí creo que el libro es homogéneo, que hay ciertas corrientes que fluyen a lo largo del libro por debajo de todos los relatos. Me refiero al estilo, a ese tono que juega con lo lírico y que da importancia al aspecto plástico del lenguaje, a las metáforas, a los juegos verbales, a lo poético… Luego, por supuesto, hay temas comunes o centrales: la búsqueda de la identidad de personajes desubicados que buscan su lugar en el mundo, que viven como desenfocados, pero que, en algún momento, vislumbran momentos milagrosos o de grandeza y tocan el misterio de la vida.

No sé, diría que mi visión es lírica, pero también participa del sentido del humor. Creo que hay algo de absurdo en ciertas situaciones de la vida, y que a veces algo que debería ser dramático resulta cómico y al contrario. Y por último, sí hay en el libro una presencia constante de referentes literarios. De todas forma, diría que la estructura del libro está la voz del escritor, algo así como mi visión del mundo.

En algún lugar has dicho que los temas de Manual de jardinería son “temas a tu pesar”. ¿Significa que tu escritura no depende de planes o escaletas? ¿Te dejas llevar al escribir?

Yo trabajo habitualmente como guionista y ahí tengo siempre una escaleta y unas pautas muy marcadas. Por eso, cuando abordo mis propios proyectos literarios, hago lo contrario: escribo de manera intuitiva, dejándome llevar por la voz, por la música del texto, por los personajes. Y es la propia escritura la que me hace encontrar los temas, mis preocupaciones, mi estilo. Eso no quiere decir que después no dedique mucho tiempo a la corrección, a que todo tenga un orden, un sentido, una forma ordenada para el lector. Le doy muchas vueltas a todo eso después de una primera escritura intuitiva en la que por azar pequeños tesoros. Luego cambio, retoco… En ese sentido, soy un escritor que crea mientas escribe, con pocos planes previos. A veces es un trabajo más duro, más a ciegas, pero lleno también de encuentros felices. No sé si es el mejor modo, pero es el mío.

Entrevista Daniel Monedero

Has sido guionista televisivo y escritor de libros juveniles. ¿Qué faceta prefieres? ¿Cuán distinto es abordar la escritura de una obra dirigida a jóvenes o niños frente a un libro como Manual de Jardinería?

Ahora estoy más centrado en la literatura que en los guiones, aunque se acaba de terminar el rodaje de una película que estuve escribiendo con otros colegas guionistas. No sabría decir qué faceta prefiero: son sencillamente diferentes. En un libro como Manual de Jardinería vuelco mis preocupaciones más personales, y es donde más libre soy creando porque utilizo todos los recursos que quiero y como quiero, sin imposiciones, algo que sí opera en la escritura de guiones. Sin embargo, la escritura limitada, con exigencias de tiempo o de presupuesto, como ocurre en la televisión, también me parece muy interesante. Es un reto y una escuela donde se aprende mucho del oficio de escribir, de la técnica, y ha sido mi gran escuela en la disciplina de escribir cada día. Me ha quitado de golpe la idea esa de la inspiración y me ha dado un sentido del trabajo y del oficio difícil de adquirir por otros caminos.

Respecto a la literatura infantil, la verdad es que disfruto mucho con ella. Escribir para niños me encanta. Además, he de confesar que, mientras la escribo, no sé si es para niños o no. Escribo, de algún modo, con la voz del niño que hay en mí, pero con mi oficio de escritor adulto. Es algo curioso y difícil de explicar, pero muy gozoso. Y encontrarse con los lectores más pequeños es toda una experiencia. No todo el mundo entiende que la literatura infantil es un campo amplísimo, donde uno se siente muy libre escribiendo y que tiene muchas posibilidades. Es cierto que a veces tengo cierta esquizofrenia como escritor, al tocar tantos palos, pero, en general, me parece una suerte que sea así. Y unas cosas alimentan a las otras.

Como curiosidad, añadiría que yo veía una gran distancia entre mi literatura para niños y la de adultos, pero lectores que han leído mis dos tipos de libros dicen que encuentran puntos en común. Al final, es difícil escapar de uno mismo.

Nos gustaría entrar un poco en las razones por las cuales decidiste dedicarte a la escritura. Un escritor, ¿nace o se hace? ¿De dónde procede tu vocación por la escritura? ¿Algún momento epifánico?

Esta es difícil (risas). Yo creo que uno tiene una vocación más o menos acentuada cuando se dedica a algo “creativo”: no sé, escribir, pintar, componer música… Aunque luego tiene que hacerse, claro. Me refiero a practicar mucho, formarse, aprender de otros, crecer en tu vocación y madurar hasta tener una visión personal y un modo propio de hacer las cosas. En mi caso, la vocación apareció en la adolescencia. No fui un niño que escribiera diarios ni nada parecido. Más o menos hacia los 15 años me hice más lector y comencé a escribir mis cosillas. Luego, estudié Arte Dramático y comencé a escribir teatro para varias compañías, y lo alternaba con mis cuentos. Más que un momento epifánico, se trató del contacto en la adolescencia con libros que me fascinaban y con otros amigos que escribían o actuaban, o que tenían una vocación artística. Así que fue un poco por admiración y contagio.

Como a muchos escritores, en la adolescencia me fascinaba la imagen mitificada del escritor: ese ser solitario que indaga en la realidad y lleva una vida interesante, repleta de aventuras. Por supuesto, era un ingenuo, aunque todos lo hemos sido en nuestros sueños de adolescentes. Y de mayores también.

#EnEsteJardín

Y como lector, ¿cómo es Daniel Monedero? ¿Prefieres los clásicos o estás al día del trabajo de tus contemporáneos? Y sobre todo, ¿qué está leyendo ahora Daniel Monedero?

Como lector siempre tengo varios libros en la mesilla. Pueden ser dos o cinco, depende, pero soy caótico, muy curioso, bastante caprichoso con lo que leo en cada momento. Puedo leer a un tiempo poesía, un ensayo, una novela… y alterno clásicos y contemporáneos.

Sí estoy al día de lo que hacen mis contemporáneos, y tengo mi lista de clásicos imprescindibles, con muchos libros pendientes y fundamentales todavía por leer. Pero se escribe y se ha escrito tanto y tan interesante, y el tiempo es tan escaso… Ahora mismo estoy leyendo Ordesa, la última novela de Manuel Vilas: un texto autobiógrafico, con mucha fuerza, que me está encantado. Lo alterno con Tierras de sangre, un ensayo demoledor sobre la Europa de HItler y Stalin, y picoteo aquí y allí algunos cuentos de Flannery O´Connor.

En otras ocasiones, leo libros que están en sintonía con lo que yo ando escribiendo, para que me motiven o me alimenten, o para poner en perspectiva lo que estoy haciendo, para conocer de algún modo el lugar en el que me muevo y la constelación en la que estoy. Pero en general me muevo por capricho. Un clásico que no había leído hasta hace poco y que me maravilló es La piedra lunar, de Wilkie Collins, considerada la primera novela detectivesca o policiaca. Es maravillosa, y eso que no soy muy seguidor del género. Mi siguiente lectura probablemente sea El adversario, de Emmanuel Carrère, un libro que tiene ya unos años y que me han recomendado muchos amigos que son también buenos lectores.

 

Es curioso que menciones a Manuel Vilas. Su literatura recurre al humor como enganche de sentido, como ocurre por ejemplo con otros escritores como Ramón Piña. En Manual de jardinería, hay también mucho humor, salvando por supuesto las distancias estilísticas, pero en España no son muchos los escritores que siguen esa tradición, que está mucho más desarrollada en contextos anglosajones. ¿A qué crees que se debe? ¿Te interesan autores como Rafael Reig, Orejudo o Roman Piña?

Sí. De los que citas, a los que más he leído son a Vilas y a Orejudo, que tienen un humor que me encanta y varios libros realmente estupendos. Recomiendo uno especialmente brillante: Fabulosas narraciones por historias, de Orejudo.

Pero creo que tienes razón. En España el humor es una tradición denostada. Pareciera que el humor es algo que va en contra de la profundidad, cuando en realidad lo contrario de la profundidad son la superficialidad y la solemnidad, que es cuando uno cree que dice algo muy profundo porque lo dice sin humor y con voz muy grave. Es curioso que en España la literatura de humor no tenga buena prensa, cuando está muy presente en nuestros grandes clásicos. Mira por ejemplo El Quijote, que es un libro fundamentalmente de humor; o El lazarillo de Tormes. Para mí el humor no es un añadido al libro o a la narración: es una mirada sobre el mundo, una manera de comunicarme con la realidad, de atacar lo que, sin él, sería insoportablemente dramático. No concibo una relación humana sin algo de humor, y tampoco concibo escribir algo totalmente carente de humor Por otro lado, creo que el humor es propio de los seres humanos, y un claro signo de civilización.

Ya casi vamos acabando, Daniel, muchas gracias por tu generosidad en las respuestas. Enlazo ahora varias preguntas que forman casi una sola y que tienen que ver con tu experiencia digital con LEA. ¿Cómo ha sido participar en una Lectura Abierta? ¿Crees que nuestra forma de leer ha cambiado con las nuevas herramientas y medios digitales? ¿Qué opinas de las experiencias transmedia asociadas a la literatura y la lectura?

Para mí ha sido una experiencia nueva, muy enriquecedora. He aprendido mucho sobre mi propio libro a partir del planteamiento del taller y a través de la visión de los lectores. Creo que hoy hay una forma de leer más abierta y comunicativa, más colaborativa, donde uno puede compartir y debatir sus lecturas de modo más rápido y con muchas más personas. Antes, uno podía compartir lo que leía con los amigos cercanos, o leyendo a críticos y especialistas, pero hoy esto se ha ampliado y ya podemos compartir impresiones y visiones sobre un texto con múltiples personas de diferentes lugares. Además, los españoles tenemos un idioma que hablan millones de personas, y ahora es fácil compartir a través de los medios digitales esas lecturas con Latinoamérica, lo que resulta interesantísimo. La digitalización permite expandir las lecturas, como habéis hecho vosotros, ramificándola por YouTube, Wikipedia, Google…, como si el libro fuese un ser vivo que crece y puede ser transformado por los lectores. Estoy totalmente a favor de este tipo de experiencias que están cambiando el modo de compartir y analizar las lecturas. En fin, ya lo ves: me ha encantado participar en esta experiencia transmedia, que espero que no sea la última. He aprendido mucho y espero poder seguir haciéndolo con otros libros. Así que muchas gracias por contar conmigo.